jueves, 7 de agosto de 2008

Esencia madre




El camino estaba teñido de un marrón agradable por las hojas que el otoño había dejado caer. El pasillo arbolado inspiraba mesura. Se podía sentir una presencia indescifrable tras las raíces que tenían cientos de años cada una. El viento rozaba su piel como una caricia. A su alrededor no se podía vislumbrar más que un paisaje verde, tranquilo; sin embargo, él no podía encontrar la plena calma, algo lo inquietaba.


Se dirigió a lo largo de toda la pasarela de hojas crujientes hasta llegar a un ombú que lo miraba de reojo. Al pasar por su lado, Filis pensó en decirle algo, intentar evacuar su duda. ¿Qué era aquello que le inquietaba el paso en medio de tanta paz? ¿Quién está aquí además de usted y yo, señor Ombú? No lo hizo, no quiso molestar y caminó unos pasos más. Hacia delante sólo se podía observar lo mismo que hacia atrás: verde, marrón, un cielo de ramas que oscurecían las nubes y el aroma de las flores que perfumaba la travesía.


Caminó dos metros, hasta que el silencio fue roto.


“Calma hijo, ten calma”, una voz grave pero dulce, paterna, fue la que soltó el mensaje de distensión. Filis giró sobre su eje, miró hacia atrás, dirigió su mirada al Ombú y replicó: “Siento que algo aquí no está bien”.


El gran sabio le explicó al joven que días atrás fuerzas sobrenaturales se habían presentado, pero que luego de batallar horas y horas, apareció la Madre, quien les impuso que retomaran el mismo camino que habían utilizado para llegar hasta ahí, para volver a sus tinieblas en lo alto de las montañas.


“Ella solo aparece en situaciones extremas”, explicó. Luego, prosiguió diciendo que los rastros y las huellas de las criaturas malignas quedarían allí por unos días, hasta que el aire vuelva a hacerse puro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fede, todas as coisas que tu escreves tocam a minha alma de alguma maneira...essa nao poderia ser diferente.
Creio que tu escreveste com um sentido diferente do qual eu interpretei. Mesmo assim expresso meus sentimentos.
Grande beijo.
Júlia

Me sinto inquieta...na verdade tudo dentro de mim nao para...pensamentos ficam vagando dentro de minha cabeça
me sinto meio perdida, sem saber que direçao seguir.
Paro e penso qual caminho devo eleger, será que estou fazendo a coisa certa?
E logo várias dúvidas surgem em meus pensamentos...escuto vozes...
e nao encontro respostas.
Entro num casulo (capullo) e me fecho para o mundo e isso me assusta.
Sinto que nao consigo ser quem realmente sou e busco descobrir o por quê de estar me sentindo assim.
E quando escuto o silencio que existe dentro mim me tranquilizo e vejo que as "vozes interiores" realmente só aparecem em situaçoes extremas.
A vida sem duvida nenhuma é o grande aprendizado...e agora como nunca estou maturando.
Só fico triste porque estou calada e gostaria muito de compartilhar esse momento único na vida. Mesmo assim vou esperar até que o ar volte a ser puro.
Quem sabe assim eu nao volte para o alto das montanhas e consiga ser livre novamente...livre desses pensamentos que me molestam tanto.

Anónimo dijo...

A essencia nao perdemos nunca.