Con Martita tirada en el sillón, saqué a los sátrapas del baño y los llevé al lado del hogar, que estaba enfrente del sillón donde minutos antes había visto lo peor que podría haber visto en mi vida. Mi novia cogiendo con mi mejor amigo, mi hermano.
Cuando Pablo vio a su vieja ahí tirada se puso loco, se empezó a retorcer, no se podía parar porque le había atado los pies. Camila estaba dura. Le pegué una patada en la cabeza al infeliz para que dejara de moverse y lo deje medio tarado, pero consciente.
-Ahora vas a ver Pablito, ahora vas a ver- le dije con una voz como si el diablo se hubiese apoderado de mí.
Ella seguía dura.
Reanimé a la vieja, que se despertó mareada y se retorcía sin entender qué había pasado. Fui a buscar la escopeta, que había escondido en la cocina y les dije a los tres que se quedaran quietos.
Volvió el llanto. Le conté a Marta lo que había pasado, todos seguían atados y yo fuera de mi, pero le conté todo con detalles para que entendiera la situación. La mamá de Pablo se quedó dura, completamente inmóvil. Miraba a su hijo como una madre lo mira si se entera que su hijo se droga, o mata, o se coge a la novia de su mejor amigo. El sorete miraba el piso, ¡que sorete!
Camila, seguía quieta.
Cuando terminé de contarle, ejecuté mi plan.
Le disparé a Pablo, no lo quería matar todavía, así que le disparé en el pito, ese con el cual había cometido el peor error de su vida. No podía gritar porque estaba amordazado, pero gritaba por dentro, se retorcía, todos gritaban por dentro, pero el sentía el dolor, dolor físico, por ahora.
No se desmayó. El único que podía hablar era yo, y no levantaba mucho la voz. Sabía que los disparos no alarmarían a nadie porque era zona de caza.
La miré a Marta, lo miré a Pablo y le dije: “Sufrí, sufrí todo lo que puedas sufrir”. Volví mi mirada hacia su madre, le pedí perdón y le disparé en la cabeza.
Ahora si que sufría Pablito, sufría como yo quería. Pero lo físico parecía ya no importarle, ya no se retorcía, se quedó duro. Pero yo sabía que el dolor que estaba sintiendo él por dentro era inexplicable, y eso era lo que yo estaba buscando.
Luego de matar a la pobre vieja, que poco tenía que ver, pero era parte esencial de mi plan, efectué un cambio que hasta para mí, fue inesperado.
Les cuento, mi plan original era matarlos a todos, pero, ¿qué sufrimiento sentirían de esa manera? Entonces hice lo siguiente.
Mientras pablo se desangraba, Camila estaba quieta en estado de shock y la vieja yacía muerta en mi living, llamé a una ambulancia para que, mi ex mejor amigo no se desangre. No fue compasión, al contrario, lo hice para que sobreviva y siga su vida con el peso de haber matado a su madre, él la mató. Sabía que los paramédicos iban a tardar por lo menos 10 minutos, entonces continué.
Me acerqué de nuevo a la parejita, que seguía desnuda, atónita y bañada en sangre, los miré, mejor dicho, la miré a ella y le dije: “Y vos, Cami, vos vas a vivir toda la vida con esto”, y me maté.
Dije que me había ido a vivir cerca del pueblo, del paraíso. Y si, me fui al infierno. Del amor, al odio. En un solo paso.