De una costa a otra, brilla sobre el cielo, sobre la superficie, una luz resplandeciente. Como si las estrellas se hubiesen caído a la tierra.
De este lado, el faro. Omnipresente, autóctono, característico, amenazante. El río es testigo. Observa el ir y venir de los veleros que transportan sensaciones, emociones, llantos de alegría, nostalgia.
Nada puede espesar el aire que acaricia tu mirada; perdida en el reflejo del agua, tu alma grita, pide a gritos quedarse allí, ante esa magia única, rodeada de adoquines, de una antigüedad cada vez más asombrosa, del faro que duerme.
De una costa a otra, no lo extrañás, el resplandor te mira, te quiere hacer creer que no podés vivir sin él. Se cree tu dios, tu amo. Acostumbrado a esclavizarte, te desafía.
Elegís el faro que enciende todo a tu al rededor, a pesar de estar descansado ya hace años.
De este lado, el faro. Omnipresente, autóctono, característico, amenazante. El río es testigo. Observa el ir y venir de los veleros que transportan sensaciones, emociones, llantos de alegría, nostalgia.
Nada puede espesar el aire que acaricia tu mirada; perdida en el reflejo del agua, tu alma grita, pide a gritos quedarse allí, ante esa magia única, rodeada de adoquines, de una antigüedad cada vez más asombrosa, del faro que duerme.
De una costa a otra, no lo extrañás, el resplandor te mira, te quiere hacer creer que no podés vivir sin él. Se cree tu dios, tu amo. Acostumbrado a esclavizarte, te desafía.
Elegís el faro que enciende todo a tu al rededor, a pesar de estar descansado ya hace años.