lunes, 24 de marzo de 2008

Eterno resplandor


De una costa a otra, brilla sobre el cielo, sobre la superficie, una luz resplandeciente. Como si las estrellas se hubiesen caído a la tierra.

De este lado, el faro. Omnipresente, autóctono, característico, amenazante. El río es testigo. Observa el ir y venir de los veleros que transportan sensaciones, emociones, llantos de alegría, nostalgia.

Nada puede espesar el aire que acaricia tu mirada; perdida en el reflejo del agua, tu alma grita, pide a gritos quedarse allí, ante esa magia única, rodeada de adoquines, de una antigüedad cada vez más asombrosa, del faro que duerme.

De una costa a otra, no lo extrañás, el resplandor te mira, te quiere hacer creer que no podés vivir sin él. Se cree tu dios, tu amo. Acostumbrado a esclavizarte, te desafía.

Elegís el faro que enciende todo a tu al rededor, a pesar de estar descansado ya hace años.

lunes, 3 de marzo de 2008

Vive


Arena montañosa que te quema y acaricia.
Se esparce entre tus piernas, insinuante.
Nada te detiene, eres como un ángel que
vuela sin cesár. Vuela hacia lo infinito,
hacia lo desconocido. Lo divino.
Vuela y vive.


Hipócritas por doquier

Llueve. La gente se moja, las calles se inundan, la sociedad se queja; especialista en la materia. De pronto, cerca de la provincia de Buenos Aires, en zonas aledañas a la Ciudad, se pueden divisar vientos fuertes sobre el Río de la Plata. Vientos que suben y bajan, vientos fríos y calientes. Tornados, sí, tornados en Buenos Aires.

Yo estoy en casa, miro, contemplo la lluvia, que en muchas situaciones es digna de admirar, bella, compañera, acojedora. Trueno tras trueno, gota tras gota. Es el cielo que llora.

Llora, y va a llorar mucho tiempo y muchas veces más.

Nadie sabe qué decir. Los medios repiten las imágenes, exhiben el material que les envía la gente, realizan comunicaciones telefónicas con ganadores de Premios Nobel, con meteorólogos "especializados", repiten y repiten. Todos intentan predecir lo que sudecerá; piedras, granizo, nieve, tornados. Todos dicen, nadie sabe.

Son las 20.03 del domingo 2 de marzo de 2008. Sigo mirando la ventana, sigo escuchando como llora el cielo. Las calles ya estan inundadas, y como dijo el actual Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, se van a seguir inundando. Porque no se invirtió, porque no se realizaron las obras pertinentes durante muchísimos años, donde todos los que ya sabemos se robaron todo.

Pero no caigamos en lugares comunes, hagámonos cargo. De una vez. Esta sociedad, la que más clara la tiene, la que se cree la mejor del mundo, la superior, la "grosa", la más HIPÓCRITA del mundo.

Asco. Asco me da ver a la gente quejarse. Porque no solo es culpa de aquellos que debieron realizar obras y no las realizaron. Principalmente, la culpa es de la gente. De esta gente que rompe los edificios protestando, o que sale con las cacerolas, o que habla en el café, en la peluquería y dice: "Pero que barbaridad, no se puede salir a la calle porque está todo inundado". Lo que es una barbaridad, queridos amigos, es que esa gente, esta gente, NOSOTROS, somos los culpables.

Los que nos revolcamos en nuestra mierda. En nuestra basura. Los que no sabemos reciclar.Los que no salimos con la bolsita para juntar la caca de nuestro perro. Los que no somos capaces de apagar el cigarrillo para tirarlo a un cesto. Los que nos bajamos del bondi y tiramos el boleto al asfalto. Los que esperamos que siempre lo haga el otro primero. Los que abrimos un paquete de puchos y tiramos ese pequeño nylon al piso. Y claro, "lo tiro porque es chico". Asco.

Una ciudad sin corazón. Un pueblo sin identidad. El país del sálvese quien pueda. Ojalá, que no se salve ninguno.