martes, 1 de septiembre de 2009

Aire


Hace ya más de ocho meses me bajé de un mundo que giraba más rápido de lo que yo quería correr o caía más fuerte de lo que la presión de mi cuerpo podía soportar.

Aveces siento que mi cerebro se apagó, que el tiempo me pasa por el costado y yo lo miro desinteresado. Pero mi cuerpo y mi alma lo saben, mi inconsciente, todo está en orden.


Vivo en un pueblo de poco más de mil habitantes y 6 perros, donde la calle donde se encuentra el banco se llama Bank Street y la principal se llama Main St. (Principal). Ya sin aquellos ruidos que me atormentaban, camino el pueblo con tranquilidad, observo como se vistió de blanco para recibir a los miles de turistas que lo alimentan temporada a temporada; respiro el aire tan anhelado.Las calles están cuasi desiertas a toda hora. Las personas y los perros saludan al pasar, siempre.El supermercado está a un cigarrillo de distancia de mi hogar, mientras que llegar al trabajo me toma solo siete cuadras a pie.

Las montañas son siempre testigo de todo. Con su cobertura blanca cuidan la tranquilidad de Methven, pueblo plagado de cabelleras blancas y ovejas. No es mucha la actividad que se puede encontrar aquí, tanto de noche como de día. Poco para hacer, siempre las mismas caras. Todos saben de todos, pero nadie se mete en lo que no le corresponde. Orden por doquier, silencio, paz.

Los cielos en las noches son alucinantes. Parecería ser que todas las estrellas del universo se posaran sobre el pueblo. La luna es un gran faról blanco que ilumina el silencio y lo hace cálido en medio de la temporada invernal.


Hoy soy Cheff en un hotel que recibe equipos de esquiadores que compiten en Mount Hutt, el cerro de la zona. Ayer recolecté todo tipo de frutas y verduras; mañana veré que hago.