Mantener la cordura me fue bastante difícil. Saber que una mujer le oculta algo a su pareja no debe ser fácil para ningún hombre y menos cuando hay pruebas que avalan las sospechas.
Me levanté esa mañana con el objetivo de mantener la calma para poder idear de qué manera debería proceder si quería descubrir lo que mi mujer estaba haciendo los martes por la noche.
Agarré la bicicleta y me fui hasta la playita de Vicente López. Vivíamos en Nuñez así que quedaba cerca, y el andar en bici e ir hasta ahí a pensar me relajaría un poco. Cuando llegué a uno de los bares que suelo frecuentar cuando necesito despejarme, me atendió Paulita, una de las camareras que siempre está con la sonrisa dibujada.
- ¡Gonzalo, volviste! Hace mucho que no venías por acá.
- Sí Pau, estuve ocupado y hoy necesitaba despejarme. ¿Cómo estás vos?
- Bien, un poco cansada de este laburo, pero bien. ¿Vos? ¿Qué tal tu mujer?
Ay Paulita, Paulita, siempre tan oportuna con sus preguntas…
Insinuante esta chica. Su metro setenta, sus ojos verdes y sus pelos negros deslumbraban a toda la clientela del lugar. Pero yo nunca me interesé demasiado; primero porque amo a mi mujer y segundo porque le llevo casi 15 años a la bella camarera. Pero se ve que mi habitual desinterés en su físico y la falta de piropos chatos, a los que tan acostumbrada estaba, le despertaron un desafío para conmigo.
Luego de su pregunta, miré el piso y antes de contestarle siguió:
-Uy, ¡perdón! ¿Pasó algo? Si preferís no hablar está todo bien.
Entre el “todo” y el “bien” se tomó el tiempo para apoyar su mano derecha en mi hombro izquierdo. Yo estaba sentado en una mesa afuera del local aprovechando el sol que calentaba la mañana.
- No, todo bien. Ahora prefiero no hablar de mi mujer- le contesté con un tono amable para que no se sienta despreciada.
- ¿Ristretto? – conocía mis hábitos.
- Dale, gracias.
Por primera vez en mi vida sentí que no me molestaría encerrarme en el baño con la joven, bella y provocadora camarera, arrancarle la ropa y tener sexo desenfrenado toda la mañana. Una lujuria furiosa me invadió las venas, que contenían ira y sed de venganza.
Me tomé el café, le pagué a Paulita y me levanté para irme. Antes de que llegará a decirle “chau” me dijo: “Tomá, acá tenés mi teléfono, cualquier cosa llamáme, ¿si?”.
Me dio un papelito con el celular, le agradecí, nos dimos un beso en la mejilla, casi en la unión con los labios y me fui.
Así como me lo dio, lo guardé en mi bolsillo. Agarré la bicicleta y me fui a algún lugar más solitario de la costa, para poder sentarme tranquilo a pensar. La camarera, sus tetas y sus dos hermanas, me habían distraído.
Me tiré en el pasto a mirar el cielo. El día estaba espectacular, ni una nube. Cerré los ojos y empecé a ordenar las ideas en mi cabeza.
Lo que despertó mis sospechas fueron las llegadas tarde de los martes. A eso se le sumó un llamado, al que mi mujer respondió con un tono poco habitual en ella. Después, el speech de la cena con las amigas y el mensaje de texto de T. Todo esto, descontando que la vez que fue con el compañero de trabajo hasta Av. De Mayo y se despidió, no se volvió a juntar a los cinco minutos, porque cuando yo los vi saludarse me fui a mi casa.
Me di cuenta de que, para averiguar adónde se dirigía los martes tenía dos opciones: volver a seguirla pero esta vez no irme antes de tiempo, o, contratar a alguien para que haga ese trabajo y así no correr riesgos de que me vea.
Opté por la segunda opción, no quería fallar.
Con un seudo- plan ya ideado, pedaleé de regreso a casa. No se por qué, pero estaba más tranquilo, descansado, como si el haber encontrado de qué manera proceder me hubiese sacado un peso de encima.
Vacié mis bolsillos antes de sacarme la ropa para darme una ducha. Una de las pocas cosas que llevaba encima era el papelito con el teléfono de la camarera, lo guardé en la billetera y me fui a bañar.
Una vez duchado, decidí prepararme algo de comer; algo liviano, una ensalada. Para cuando terminé con el almuerzo ya eran las 2 de la tarde. El tiempo hasta que Laura volviera de su trabajo me sobraba. Busqué en la guía telefónica teléfonos de detectives/investigadores y no encontré nada. Me sentía un boludo protagonizando una película ochentona de Hollywood; bastante humillante fue ese momento.
Sin éxito con el papel, me volqué a Internet.
Recorrí varias páginas de chantas que ofrecían sus servicios. Los links más comunes eran: infidelidades, estafas, demandas, y otros rubros que no vale la pena mencionar. Más de una hora pasé viendo la enorme cantidad de oferentes que había en la web, hasta que di con uno que me pareció el más serio.
Tenía el teléfono en el sitio. Tomé el inalámbrico y marqué su número. “Por favor, deje su nombre y número de teléfono y yo me comunicaré con usted”, ese era el mensaje del contestador que me atendió cuando llamé a este hombre, cuya identidad no estaba revelada en su página de Internet.
Dejé los datos que el investigador solicitaba y corté. Apenas dejé el teléfono en la base donde carga su batería, sonó.
Atendí.
-¡Hola amor!- nada de investigador, era la perra.
- Hola Lau, ¿cómo estás?- pregunté ocultando la falsedad con la que mis palabras salían de mi boca.
- Bien, escuchame, te hablo rápido porque tengo que salir. Mañana me vuelvo a juntar con las chicas, porque Pilar se va por un tiempo y la vamos a despedir – ya me olía todo mal.
- ¿En serio? Mirá vos, y ¿a dónde se va? ¿Qué va a hacer con la hija? – indagué “sorprendido”.
- Se la lleva con ella; se va a Sán Nicolás a ver a la mamá nos días, pero nos tiene que explicar unas cosas de la oficina que deja pendientes.
- ¿Y no les puede explicar en el horario laboral? – ahí me salió el posesivo de adentro y la ira volvió por un momento, pero nunca le levanté el tono para que no sospechara nada.
- No gordo, no tenemos tiempo, perdonáme. Hoy podemos salir si querés- me ofreció como para consolarme.
- No Lau gracias, pero tengo mucho que escribir, sino no voy a terminar jamás la novela. Todo bien- le respondí.
- Bueno, te veo a las 7 cuando vuelvo a casa- me dijo. Ella llegaba a esa hora todos los días, salvo las excepciones que ustedes ya conocen.
-Ok, te espero. Besos.
-Beso, chau.
No hubo ni “te amos” ni “te quieros” esta vez.
Al investigador le había dejado en el contestador automático el número de mi celular, por supuesto. Un rato antes de que llegue Laura a casa, mi teléfono sonó.
-Hola Gonzalo- una voz ronca bien masculina me saludó.
-Si- solo eso me limité a contestar.
-Buenas tardes, mi nombre es Mike y recibí su mensaje. Lo escucho.- sin vueltas el tipo, eso me gustó.
Le comenté de qué se trataba el asunto y de las sospechas que yo tenía y me dijo que era un caso habitual para él y que no tendría ningún problema en tomarlo.
Le expliqué que mi mujer tenía planeada otra reunión para mañana y aceptó empezar a seguirla ese mismo día. Me pidió la dirección de su trabajo y una foto para reconocerla.
Le mandé un correo electrónico con todos esos datos y quedó en que me llamaba el viernes con novedades. El día de la “reunión” por la ida de Pilar era el jueves.
4 comentarios:
muy bueno, sigue siendo atrapante. Me cautivo la cita de Fito Paez
Muy bueno, nene... Cuantos capitulos son??? Pense que terminaba en el 3º!
Cual seria la cita de Fito Paez james b? perdona mi ignorancia-
besos!! LaLi_bertini
Fede, estou gostando muito. Mas, só vou fazer uma comentário mais completo quando terminar.
Cntinua assim que só aumenta minha curiosidade.
Beijo
me gusto la trama ,seguimos en suspenso ,veremos que pasa el jueves.Nora.
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