La mesa sin ella se sentía incompleta. Bajo la luz amarilla del comedor solo estábamos el plato con la milanesa semi fría, la copa que alojaba un vino medio pelo y yo, intentando olvidarme de todas esas estupideces y tratando de recuperar la confianza en mi esposa, que, hasta donde yo sabía, nunca me había engañado.
Eran ya las 23 de ese mismo martes cuando apagué el velador, dejé sobre la mesita de luz el libro de Saramago que estaba leyendo y decidí intentar dormir. Me costó, pero me encontré con el descanso luego de un rato.
Dormía tan profundo que ni la sentí cuando llegó y se acostó a mi lado. Tal fue la conciliación con la almohada, que tuve un sueño. Mejor dicho, recuerdo la pesadilla de aquella noche.
Había tres hombres y dos mujeres. Los cinco me señalaban y se reían. Yo estaba agachado, encogido contra un rincón de una habitación oscura, fría; desnudo, llorando y con miedo a que sus diabólicas miradas me hicieran daño. Sus risas eran más bien carcajadas como la de los payasos malditos de las películas de terror de la década del 80, que hoy no le causan miedo a nadie.
El calvario terminó cuando una de las mujeres intentó agarrarme un brazo, el cual yo tenía sujetado al otro, sobre mis rodillas.
Transpirado y con el ritmo cardíaco acelerado, me desperté. Las agujas mostraban las 4 de la mañana y Laura ya estaba dormida.
Me levanté de la cama sin hacer ruido y fui al baño a mojarme el rostro e intentar tranquilizarme un poco. Las risas satánicas del sueño todavía me perturbaban, aunque no conocía a las personas que las emitían.
Fui hacia el comedor. Cuando estaba por salir al balcón a tomar un poco de aire, el celular de ella, que estaba sobre la mesa ratona, empezó a vibrar. Estaba silenciado.
Sin pensarlo, con un impulso que no pude controlar, tomé el aparato para que no haga ruido sobre la madera de la mesa. Lo abrí y vi que en la pantalla decía: “2 mensajes nuevos”.
En un segundo, supuse que no debería haber regresado hace mucho, porque sino, no le estarían mandando mensajes a esas horas de la madrugada.
Como segundo acto reflejo, oprimí la tecla leer. El mensaje que había sido recibido primero era de Pilar, una amiga de Lau, a quien yo conozco.
Pilar es madre soltera. Tuvo un hijo a los 22 años y su pareja de ese entonces y padre de la criatura, se borró. Una luchadora que siempre se destacó en su trabajo y a quien mi mujer admira mucho. Además, es una buena mina. Las veces que vino a casa a cenar o a tomar el té, demostró ser una gran compañera de mi mujer, a la que siempre tiene en cuenta para todo.
“Lau, tenemos que repetir lo de hoy el martes que viene, fue espectacular. Te mando un beso, nos vemos mañana en la oficina”, divisé en la pantalla.
La tranquilidad visitó mi cuerpo. En ese momento tuve ganas de abrazar a mi mujer; de ir a la cama y hacerle el amor; de pedirle perdón, aunque ella no supiera de mis sospechas, por haber desconfiado de ella.
Hasta que vi el segundo mensaje.
Tenía como remitente un número que Laura no tenía entre sus contactos.
“Nena, sos un infierno, espero volver a encontrarte en la próxima reunión. Besos, T”.
Quedé boquiabierto, sin saber cómo reaccionar. Eso ya no era de una mujer, supuse; y en una cena con amigas, a menos de que haya comido como un chancho, no habría motivos para que le digan “Nena, sos un infierno”. La ira me invadió, pero supe que debía controlarme.
Para que no se diese cuenta de que yo los había leído, los borré; así, ella diría que no los había recibido. De lo contrario, tendría que encararme, cosa que no creí que haría.
Antes de borrarlos, agendé en mi teléfono el número de T.
Volví a la cama con la misma cautela con la que hice todos los movimientos anteriores para no despertarla. Después de lo que había pasado no pude volver a dormirme en toda la noche. En ese momento ya no quería hacerle el amor; la quería violar, pegarle y quién sabe sino matarla.
Cuando se levantó para empezar su día e irse a trabajar, me hice el dormido. No quería saber nada hasta que se fuera y yo pudiese empezar a pensar en lo que había ocurrido hace algunas horas. El beso que me dio en la mejilla al irse, mientras yo dormía, me generó una repulsión que no conocía. Algo que nunca pensé que iba a sentir al recibir una demostración de afecto de ella.
La desconfianza ya era real y yo estaba dispuesto a llegar hasta el fondo de todo el asunto.
8 comentarios:
Muy bueno. Nacho
che la historia la tenes completa y la subís en partes o la vas inventando? Esta muy bueno la forma que tenes de redactar, en mi punto de vista es la ideal, te sube la expectativa y cuando crees que se va a resolver, no! Sube un poquito más, para sacudirte con una tremenda caída.
Feo!, esto va con todo. Igual, ya me estoy imaginando dos finales.
Los voy a escribir en un papelito con fecha y cuando termine la historia te lo muestro.
A vos te cabe la sangre!, algo de eso tiene que haber. ja!.
Grande Fede!! esta buenisimo! espero el próximo capítulo! beso. T.E.
subi el terceroo!!
Mira, dada la situación por la que estoy pasando (la cual vos algo sabes ya...) de ninguna manera voy a ser objetiva.
Dale duro! hay que llegar al meollo de esto y recomendación: el fuckyn T no tiene nada que ver. La puta es ella! Matala! Matala!
Jajajaj, no.. mentira (o si)...
Ahora si... la opinión: Genial, se me hace corto el capitulo de tan bueno que es, cuanta expresión nene! que power! ni que te hubiese pasado. Por experiencia te digo que plasmas bien las reacciones precisas que tendría un amante con el dolor de la sospecha y la ira de la incertidumbre.
Vas bien, que no decaiga!
Besos y te suplico… no salgas de joda, no estudies, no comas, no te bañes, y publica el 3º… y otra cosa… que no se termine… pido mucho?? Naaaa…
Buenissssimo... Me encanta como va la historia... que no pase mucho tiempo entre las publicaciones!! Besos LaLi
lali_bertini@hotmail.com
Estoy de acuerdo con lali, y habías prometido el tercero para el finde =O(...
lo esperamos !!
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