
Cuánta razón. Como diría otro tira frases: "No lo diga, escríbalo", verdad también.
Uno, cuando conoce a una persona de palabra, de esas que respetan lo que dicen, lo que prometen, caballeros, gente honrada que cumple con su palabra en el sentido más literal de la frase.
La gran paradoja que se presentó en mi cabeza fue la siguiente: una persona se alegra cuando conoce, o habla de, o tiene allegado, a un hombre/mujer de palabra.
Entonces, he aquí mi gran duda. ¿Debería ser así? Tan extraño, tan poco común encontrar gente de palabra, honrada. ¿Tanto deberíamos alegrarnos por eso? ¿Con tanta "admiración" o encanto tendríamos que referirnos a un ser de tales características?
No es rasgo de la contemporaneidad, aunque si es notorio, que día a día, la cuestión empeora. Pero desde hace siglos que es así. La gente de palabra es la menos. Y hay dos tipos de grupos admiradores. El sincero y el hipócrita.
El sincero es el par, el semejante, una persona que comparte esas características y se comporta y/o afronta la vida de manera honorable. Por otra parte, en una vereda completamente opuesta y aborrecible, los hipócritas.
Describamos a este grupo. Masa de personas prescindibles para la humanidad que lo único que desean es pisotear cabezas ajenas para así obtener beneficios únicamente propios y egoístas. O también podríamos decir: seres detestables que mienten, engañan y blasfeman.
El mundo sería mejor si hubiese más gente de palabra, de eso estoy seguro. Ojalá, algún día, a la palabras se las deje de llevar el viento.
Que lástima.